Con este breve artículo abordare la investigación en el ámbito escolar, desde una mirada centrada en la actuación de quienes participan en ella y no desde una perspectiva teórica metodológica, de tal manera que permita reconocer que la investigación es una práctica cotidiana y debe ser, antes que un contenido académico, una actitud que anime el trabajo, la vida y los compromisos de las instituciones, de maestros y sobre todo de los estudiantes.
En primer lugar, debemos despojarnos de la creencia que la investigación es una tarea difícil y que corresponde a unos espacios específicos del contexto académico y comenzar a comprender que todos somos investigadores y que lo hacemos cada instante. Un ejemplo que ilustra lo anterior, sería el siguiente: Una persona se levanta en la mañana y se dispone a ducharse, al abrir la ducha el agua no sale caliente, de inmediato se pregunta ¿qué ocurre? De esa pregunta surgen otras: ¿será que no hay luz?, ¿será que se dañó la ducha? Estos interrogantes lo llevan a averiguar qué ocurre realmente, entonces la persona se decide a comprobar si las posibles causas del problema son ciertas o no y acciona el interruptor del bombillo, pero esta alumbra, entonces, la persona podría concluir que se dañó la ducha. Sin embargo, antes de tomar la decisión de cambiarla o mandarla arreglar, debe estar seguro de que esa es la causa del problema.
La persona revisa lo que ha realizado hasta ese momento y le surge otra pregunta: ¿será que se dañó el enfunche?, esta pregunta lo impulsa a comprobar esta nueva posible causa del problema. Para probarlo utiliza un cable para conectar la ducha a un enchufe diferente y abre la ducha y aún el agua sale fría, lo que permite comprobar que la causa del problema es el daño de la ducha.
Las acciones realizadas para resolver el problema fueron investigativas, situaciones como esta se presentan a diario y conllevan a reflexiones constantes que permiten resolver correctamente los problemas y comprender las dinámicas de nuestra vida.
En segundo lugar, es importante que todas las personas seamos conscientes de nuestra capacidad para reflexionar frente a lo que nuestro entorno nos presenta, que no perdamos la oportunidad de dejarnos impresionar por las cosas que ocurren, por pequeñas o simples que sean, pues de eso depende el descubrir nuevas cosas sobre sí mismos y sobre el mundo. “Estar en la vida como ser pensante significa un continuo querer saber, que no es otra cosa que un continuo investigar” (Matalobos 2023).
Por último, que, para comprender el mundo, nuestras creencias, nuestra cosmovisión, nuestra propia idea de la realidad, se requiere la capacidad de desarrollar competencias específicas como la observación, la exploración, la experimentación, la deducción y la conclusión, las cuales se van desarrollando a medida que vamos creciendo y entrando en contacto con nuestro entorno.
La vida toda es una gran investigación. Investigar es un proceso apasionante a pesar de la frustración que puede generar el no poder encontrar respuestas totales y tranquilizadoras. Investigar es estar vivos, es constituirnos en sujetos. Reflexionar y actuar sobre el mundo es también reflexionar y pensar sobre sí mismo, es querer trascender el tiempo, la muerte, nuestras limitaciones todas, y esa trascendencia sólo es posible por medio de nuestras construcciones simbólicas. El niño, al descubrirse en el otro y descubrir los límites de su cuerpo, descubre una verdad asombrosa que lo identifica y lo separa, se percata de que es otro y él mismo, percibe su singularidad y su pertinencia, y aprende también que la humanidad toda ha recorrido el mismo camino. Y a partir de ese inicio, el descubrimiento del hombre continuará por siempre. Reflexionando sobre sí mismo, sobre los demás, sobre el mundo, sobre los misterios de la vida; buscando posibles miradas, interpretando; alcanzando logros del pensamiento que con frecuencia lo confunden y angustian, pero también descubriendo universos. Sólo después de muchas búsquedas, de elaboraciones de la intuición, la imaginación y la creatividad, el ser humano se da cuenta de que para no perderse en el camino requiere de brújulas, de maneras racionales y ordenadas que -sin perder la riqueza de tales elaboraciones- le permitan sistematizar el conocimiento. Surge así el método, si por método entendemos todo procedimiento ordenado que el hombre sigue para lograr algo y, en este caso, para encontrar y construir lenguajes, verdades y saberes. Y ese tránsito del conocimiento adquirido de manera espontánea e intuitiva, a la construcción racional y sistemática, es una creación colectiva, un proceso social. Una condición fundante y necesaria para no perderse en especulaciones y la única forma significativa y legítima de validar del saber.
Nury Silva
Lic. Lingüística y literatura
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